Las orquídeas son flores misteriosamente bellas cuyo cultivo estuvo restringido durante mucho tiempo a la nobleza debido al elevado precio de adquisición de ejemplares y su alto coste de conservación que debía realizarse en invernaderos.
Hoy en día, son muchos los aficionados que cultivan distintas especies de orquídeas y se dejan cautivar por el color y extrañas formas de las flores de esta gran familia de plantas con 30.000 especies y miles de híbridos creados artificialmente por el hombre desde el S. XIX. Uno de los híbridos más popular y extendido es la orquídea mariposa o Phalaenopsis.
Fue Confuncio quien en el S.V a.c. dio el nombre de Lan a la primera orquídea, una orquídea de delicada fragancia que pronto se convirtió en símbolo de la aristocracia.
Sin embargo, el actual nombre de orquídea proviene del nombre griego orkys u orchis, dado por Teofrasto en el S. IV a.c. “Orquídea” se refiere al par de tubérculos subterráneos que poseen las orquídeas europeas aunque este nombre acabó extendiéndose a toda la familia de orquidáceas a pesar de que la mayoría son plantas epifitas sin tubérculo.
Hasta finales del S. XVIII no se producen las primeras importaciones de orquídeas tropicales a Europa, que eran traídas en barco desde Asia y América. Su elevado precio se unía a su difícil cultivo y conservación, un gran reto para los jardineros de la época.
Una gran parte de las plantas morían debido a las condiciones a las que habían sido sometidas durante el transporte o a la poca ventilación de los invernaderos donde se cultivaban al llegar a Europa.
Con los años fue necesario crear leyes estrictas para proteger las especies de orquídeas más exóticas y evitar su devastación.